|
Capilla del Rosario, ex convento de Santo Domingo, Puebla. Foto: JILG, 2013 |
Pues terminé investigar, tomar notas, organizar y seleccionar las fotos de un intenso recorrido que hice por una semana en el centro de la ciudad de Puebla. El objetivo era caminar por las calles entrando a todos los templos coloniales que encontrara abiertos y retratando aquellos elementos que me llamaran la atención. Fui a penas con algunos templos en mente y algunas direcciones. Lo demás era para ser encontrado por casualidad -y empeño-, con el riesgo de las omisiones que pudieran ocurrir. Iba buscando residuos coloniales: arquitectura barroca o previa a ésta, pero también las continuidades y vigencias de devociones de entonces u otras más recientes. Por supuesto, el paseo fue exploratorio, pero con resultados interesantes mismos que quise organizar, muy probablemente para mi uso personal pero que me gustaría dejarlo para utilidad pública a quien tenga interés por ello.
Al regreso del paseo, comenzó la consulta de diferentes fuentes de información para inundarme de nombres de arquitectos, obispos, frailes, santos, monjas, pintores, terminologías... Entender, leer, ordenar, volver a leer y volver a entender. El producto de este ejercicio es
este álbum con notas, sí, informativas, pero, sobre todo, testimoniales y de la humilde apreciación de un ocioso antropólogo que medio sabe de arte, medio sabe de historia y medio sabe de devociones.
El enlace al álbum:
http://www.flickr.com/photos/100807876@N02/9624971046/in/set-72157635329335631
Quiero hacer esta entrada con algunos comentarios generales, dar crédito a las fuentes de información que acompañan las notas de cada fotografía y un anecdotario a manera de presentación de ese álbum.
I. Contenido y vínculos a las fotos de los templos
Con la intención de ampliarlo con las muy sensibles omisiones de las que he sido consciente hasta mi regreso a la Ciudad de México, pretendo futuras visitas complementarias a la Ciudad de Los Ángeles. Son sentidas las ausencias de capillas y templos de los viejos barrios indios, así como las del Via Crucis franciscano y las que están al interior de algunos templos civiles. Por lo pronto así organicé el contenido y estos son los templos que contiene (el vínculo es a la primera foto de la serie de cada iglesia o capilla):
1. La Catedral (ya cuenta con una foto-entrada en este mismo blog, con notas más amplias a las que el álbum le añade poco)
2. Templos de antiguos colegios
-
Templo del antiguo colegio jesuita de San Francisco Xavier, hoy Instituto Cultural Poblano.
-
Templo del antiguo colegio jesuita de San Ildefonso
-
Capilla de los Gozos de María del Colegio de la Enseñanza
-
Templo del Colegio jesuita del Espíritu Santo o Templo de la Compañía
3.Templos de hospitales coloniales
-
Templo del Hospital de San Roque
-
Templo del Hospital de San Juan de Letrán -hoy Museo Amparo-, o templo del "Hospitalito"
-
Templo del Hospital de San Pablo
-
Templo del Hospital de San Pedro, hoy Museo de Arte.
4. Parroquias y capillas
-
Parroquia de la Santa Cruz
-
Parroquia de San Marcos
-
Capilla de la Inmaculada Concepción
-
Parroquia del Sagrado Corazón de Jesús
-
Capilla de San Ramón
-
Templo de La Concordia
-
Santuario de Guadalupe
5. Templos de viejos barrios indios
-
Templo del Ángel Custodio (Analco)
-
Templo de San Sebastián
-
Capilla del Ecce Homo
-
Templo de Nuestra Señora de la Luz
- Templo de Ntra. Sra. del Sagrado Corazón de
Santiago de los Cholultecas.
5. Conventos masculinos
-
Templo y convento de San Cosme y San Damián (mercedarios)
-
Templo de San Agustín
-
Templo y convento de Ntra. Señora del Carmen
-
Templo y convento de San Francisco
6. Conventos femeninos
-
Templo y ex convento de La Concepción
-
Templo y ex convento de San Jerónimo
-
Templo y convento de Santa Teresa (carmelitas)
-
Templo y ex convento de Santa Rosa (dominicas)
-
Templo y convento de Santa Clara
-
Templo y ex convento de Santa Inés (dominicas)
-
Templo y ex convento de la Santísima Trinidad (concepcionistas)
-
Templo y convento de Santa Ana y San Joaquín (capuchinas)
-
Templo y ex convento de Santa Mónica (agustinas)
7. Supervivientes del barroco
-
Templo del Hospital de San Cristóbal
-
Templo y ex convento de Santa Catalina de Siena (dominicas)
-
Parroquia de San José
-
Templo y ex convento de La Soledad (carmelitas)
-
Templo y ex convento de Santo Domingo y la Capilla del Rosario
II. Las fuentes
Como señalé, fui con lo que sabía, que es lo que cualquier mexicano medianamente informado y que ha viajado previamente a la ciudad de Puebla sabe que si la Capilla del Rosario, que si la Biblioteca Palafoxiana, que si la Catedral y, sobre todo, la calle de los dulces. En un inicio, mis fuentes fueron mi memoria sobre la ciudad, sobre las clases de historia, sobre las lecturas sobre el Virreinato, sobre el contraste que se pudiera hacer con la experiencia de visita a otros sitios similares. Preguntando se llega a Roma. En muchos templos, sobre todo los de los conventos femeninos, pedí a los sacristanes que me permitieran el acceso a los coros de las iglesias o a las sacristías o a capillas cerradas. Nunca conseguí una respuesta afirmativa. Sin embargo, en varias ocasiones el contacto sirvió para preguntar, además, algún par de cosas, como sobre la figura que estaba recibiendo mucha devoción o, por ejemplo, por qué había manzanas frescas por todo el templo de La Soledad.
|
Placas informativas. |
Por otro lado, hay que decirlo: la gran mayoría de los templos poblanos tienen extraordinarias entradas en la Wikipedia. Con todas las reservas que se pueda tener sobre esta fuente, cuando se trata de indicaciones para la apreciación de lugares, no hay pierde: a la vista están los aciertos y los errores. Además, la ciudad de Puebla está muy consciente del nivel monumental de su patrimonio histórico, así que no faltan placas informativas en un impresionante volumen de edificios religiosos y civiles. Estas placas han sido, sin duda, un muy buen punto de partida para la documentación informativa y orientación.
En una visita al Ochavo de la Catedral de Puebla, tuve la fortuna de ser guiado por el historiador del arte Fabián Valverde, quien además me informó sobre su reciente
Guía del Patrimonio Religioso (pdf) de la ciudad de Puebla, que, consultada ya de vuelta en el Distrito Federal, ha sido una extraordinaria fuente de información, pues se encuentra realmente bien organizada. Fue absolutamente útil para organizar mis fotos. Con ella, me di cuenta que en mi paseo faltaron algunos importantes templos y capillas, pero también con este album documento sobre otros más que en ella no se encuentran (como el Convento de San Cosme y San Damián, la Parroquia del Sagrado Corazón, la Capilla de San Ramón Nonato, el templo hospitalario de San Pablo). Gran parte de la información sobre fechas e identificación de algunas obras de arte (sobre todo pinturas) proviene de esa guía.
Más sensiblemente y, sobre todo fundamental en el conocimiento de algunos sitios como la Catedral de Puebla o las omisiones de la Guía mencionada es el maravilloso libro
La Catedral y las iglesias de Puebla de Manuel Toussaint. Por sí mismo es una de las más apasionantes guías del patrimonio religioso de la Ciudad pues su fecha de publicación (1954) le añade un encanto muy especial. No se trata sólo de descubrir lo que Toussaint señaló, sino de verificar su estado 60 años después. Me he vuelto adicto a las guías de viaje viejas.
Con todo esto y ahora que he sido mucho más documentado y he hecho un álbum sólo queda otra tarea por hacer: ¡regresar! Faltaron templos, faltó entrar a algunos, faltó detenerse en aspectos particulares de los que sí visité.
III. Las fotos: expulsado de un par de templos
Lo entiendo muy bien: las fotos pueden ser sumamente invasivas y molestas. Sobre todo para creyentes que, con alguna tribulación en particular, llegan ante la imagen del santo al que le encomendarán su caso y terminan siendo retratados por una mente secularizada. Conozco las reglas: no tomar fotos durante las misas, no retratar de cerca a las personas sin su previo consentimiento, no trastocar la sacralidad de objetos y partes de la iglesia. Fui un católico intensamente practicante por tres lustros, así que conozco esto. Sin embargo, en el recorrido (así como en muchas otras partes dentro y fuera de Puebla) me topé con prohibiciones expresas de tomar fotografías. Y me puse a buscar una razón.
Alguna vez, en la Ciudad de México, el sacristán del templo del ex convento de Jesús María me dio la explicación de que en las iglesias no se permiten las fotos porque "es la casa de Dios". En el caso de este recorrido, en la parroquia de Santiago de los Cholultecas (hoy de la enredada advocación de "Nuestra Señora del Sagrado Corazón de Jesús) comencé a tomar fotografías y el que bien pudo haber sido el sacristán o algún metiche se acercó a decirme que "al padre no le gustan las fotos". Al no ser una prohibición expresa, le hice un ademán de entendido y me apresuré a tomar las fotos que consideré importantes. Ante mi impertinencia el sacristán fue por el sacerdote quien me pidió que me retirara del templo. Pedí disculpas y así lo hice.
|
Prohibido tomar fotos y videos. San Cristóbal. Foto: JILG, 2013 |
En San Cristóbal me topé con un contundente letrero que decía que las fotos sólo estaban autorizadas para quien estuviera acreditado por el INAH, así que ahí me limité a tomar fotos con la cámara del celular cuando nadie me estaba observando. En la Parroquia de San José cometí el error de entrar con la cámara colgando al pecho, por lo que una mujer en la entrada enseguida me dijo: "namás que no tome fotos, de favor". Guardé la cámara en señal de obediencia, pero retraté el templo con la cámara del celular.
Lo más intenso fue en el ex convento mercedario de San Cosme y San Damián. Ahí, sin prohibición alguna, pero ya alerta por la constante prohibición de tomar fotografías simplemente no saqué la cámara, sino que las que tomé fueron con el celular. El templo tenía mucha gente, pues eran días de fiesta del Niño Cieguito, pero no se encontraban ya en misa cuando comencé a tomar fotos. Además, noté que a un poco discreto señor con un iPad que le tomaba fotos con flash a casi todos los santos en vitrinas, nadie le decía nada, por lo que no parecía haber una prohibición. Recorrí el templo, admirando y retratando. Afortunademente, cuando tomé la que creía iba a ser mi última foto, apareció un probable sacristán quien se aproximó rápido hacia mí y empezó a gritar: "Out! Out! No photos, maifrén! Out! No photos!"... La gente enseguida volteó a mirarme. Le dije en español que no se preocupara que ya me iba. No entendí por qué tanta contrariedad y el exabrupto.
Me gustaría entender qué es lo tan ofensivo o tan peligroso de tomar fotografías. Me gusta que en lugares tan importantes como la Catedral o la Capilla del Rosario no existe ningún temor a las fotografías y la gente puede disfrutar su paseo tomando las fotos que desee. En los otros casos, francamente me parece una fobia estúpida. Ciertamente coincido en que hay que educar a los paseantes: respetar la devoción del otro, evitar el flash en pinturas y ya. Una de las razones que no me satisfizo sobre esta obsesión la expongo en el siguiente apartado.
III. Los fiascos: la plática que no fue
La Parroquia de San José, fue, sin duda, uno de los sitios que más interés me despertaron. La amplitud y gran colección que hay dentro del templo bien le vale un estudio a mucha más profundidad que la mera visita que le hice. Y cuál fue mi muy grata sorpresa que cuando fui al templo por primera vez, en el sotocoro encontré un pizarrón anunciando una plática sobre San José a cargo de un historiador del arte que ocurriría en dos días. Cancelé planes de ir a recorrer otros lugares para poder asistir a la plática. Estaba yo muy entusiasmado, así que con mucha más atención y emoción recorrí el templo para poder llegar a esa plática sabiendo lo más posible de la iglesia y sus obras y así poder llegar lleno de preguntas.
Llegué puntual y encontré una iglesia llena con muchos niños. Me pareció extraño, pero también pensé que bien pudo haber sido un grupo al que se les asignó como requisito la asistencia a la plática. Había un proyector y muchos asistentes que pedían sentarse lo más cerca posible del expositor. Tomé asiento y miraba los retablos barrocos en lo que comenzaba la plática. Nuestro presentador llegó, se colocó frente al auditorio y nos dio la espalda para persignarse frente al altar, hincarse y mantenerse en oración por varios minutos ante la mirada silenciosa de su público. Ahora sabemos que el historiador sería un católico muy ortodoxo.
|
Aquí, entre cantera y retablos, lleno de ilusiones, a la espera de que
iniciara una anunciada plática sobre lo que yo creía que era el arte y
objetos del templo de San José. |
"Hoy vengo a hablarles de un verdadero Superman, de uno que sí existió. Vengo a hablarles de un verdadero superhéroe, de un hombre entero y de a de veras... Y sí, porque este Superman era en realidad tan hombre que Dios le confió a su hijo para que lo educara.. Este superhéroe era San José". Dos pájaros de un tiro: la plática no sería sobre la Parroquia de San José, sino sobre el personaje del santo y, sobre todo, segundo, la plática no sería interesante en modo alguno. Decidí no ceder ante mi intolerancia y regalarle unos cinco minutos más. Y tuve mi recompensa por ello.
El expositor reveló que en realidad había sido acólito del párroco de San José por muchos años y que ahora volvía por su amor a él, al templo y a San José. Y nos contó de su primera experiencia en la parroquia. Dijo que llegó, se maravilló por el recinto y comenzó a tomar fotos, cuando el sacristán se aproximó y le dijo que estaba prohibido. Mi atención estuvo de nuevo capturada por completo. "Me asombré y enorgullecí al saber que el sacristán estaba haciendo muy bien su trabajo", nos dijo. Lo siguiente fue una reiterada celebración a la noble prohibición del sacristán. El expositor explicó la razón y es que, dice, lo de tomar fotografías es el primer paso para el robo del arte sacro. "Llegan y parecen turistas, se ponen a retratar que si esta pintura, que si esta estatua, que si este candelabro y en realidad lo que están haciendo es un catálogo de todo lo que se van a robar para venderlo en mercados negros" (esto último como quien dice el nombre del Diablo)... Continúa: "por eso, todos, si vemos a alguien tomando fotos en una iglesia debemos decirle que no lo haga o llamar al sacristán o al padre". Lo entendí todo: cada vez que tomo fotos soy visto por los feligreses como un potencial criminal que planea robarse todo lo que le quede de valor al templo. Bueno, al menos una explicación más elaborada que "es que es la Casa de Dios".
Bajo esta lógica, alguien que llega con un cuaderno y una pluma podría estar anotando la disposición de las piezas que planea robarse. Bajo esta lógica, cualquier persona que parece que está orando frente a un santo, en realidad podría estar tramando cómo extraer la escultura de ahí y los murmullos podrían ser a un micrófono en el que contacta a los bandidos que lo esperan en una camioneta afuera. Bajo esta lógica, poner cuchillos en las mesas de los restaurantes implica el riesgo de algún asesinato ante un arrebato irracional o premeditado de alguno de los comensales. Sigo sin entender por qué no se pueden tomar fotos más que con algún privilegiado permiso gubernamental.
IV. Sitios, leyes y neoclásico
|
El terrible caso del templo de Santa Clara. Foto: JILG, 2013 |
A ver, seamos francos, de las 40 iglesias a siete no conseguí entrar pues no las encontré abiertas durante mi paso -sí, volveré-. Así que, además de la Catedral, entré y retraté 33 interiores de capillas independientes y templos. De ellos, sólo uno (Santo Domingo) conserva su retablo mayor barroco, en dos más los retablos principales son (con aciertos como en el Templo de la Compañía o con desaciertos como en Santiago) del siglo XX y en otros dos son sumamente austeros como para considerarlos de algún estilo (San Agustín y San Juan de Letrán). Los otros 28 son neoclásicos. Y 27 de ellos implicaron la destrucción de retablos barrocos que hubo en su lugar (el del Sagrado Corazón es original del templo). Cierto, las modas cambian y ese barroco que hoy despierta curiosidad, tal vez a finales del XVIII generaba asco... y buenas razones no les faltarían para ello.
Lo cierto es que en Puebla es muy frecuente escuchar que gran parte de la destrucción del patrimonio religioso ocurrió en tan sólo la década de 1860, cuando la ciudad fue asediada por los franceses en dos ocasiones y, además, cuando se aplicaron férraeamente las Leyes de Reforma de los liberales en las que se ordenó la exclaustración de todos los religiosos y religiosas del clero regular y cuyos conventos fueron lotificados, vendidos y, en el mayor de los casos, derrumbados. No se niega la relevancia de ambos episodios, sobre todo, la inevitabilidad de uno y la necesidad de constituir un nuevo régimen político, económico y social distinto al colonial del segundo. Sin embargo, cuando entro al ex convento de Santa Clara y observo una melosa decoración que no despierta mayor admiración y saber que ahí anteriormente hubo una que, al margen del gusto de cada quién, representaba al menos un gran refinamiento y trabajo en la talla de madera y argamasa, toca encontrar culpables. Y no, no fueron cañonazos, ni liberales, fue eso que llaman "neoclasicismo". Yo añadiría: ESE neoclasicismo, el de la retablística novohispana-mexicana (es decir, cómo pelearse con magníficas edificaciones y portadas neoclásicas).
Alguien por ahí me puso que los retablos neoclásicos poblanos (y fuera de Puebla... vea nomás el ex convento de Santa Inés en la Ciudad de México) parecen "pasteles de quinceañera de Sanborn's"... En efecto, más allá de lograr una pulcritud y romana sobriedad frente al horror vacui de un barroco atascado, la sensación es la contraria: de un recargado admirable a un recargado de mal gusto. La destrucción del patrimonio religioso virreinal parece haber estado más a cargo de unas élites que se hartaron de ver los mismos muebles atascados de siempre y quisieron poner en el mismo lugar muebles distintos.
Del Siglo XX al XXI ha habido más oportunidad de preservar, pues el crecimiento demográfico y urbano fue explosivo y expansivo, que aunque destruyendo lo viejo en incontables ocasiones, también en otras innumerables sólo se limitó a abandonarlo. Hoy gentrificadamente estamos corriendo de regreso a las zonas abandonadas a ver cómo fue que dejamos todas esas cosas del siglo XIX. A veces encontramos cosas más viejas y a veces nos topamos con ese reinado del mal gusto que fue la primera mitad decimonónica.