sábado, 14 de septiembre de 2013

Asilo de fuentes estresadas: Salto del Agua

Arriba: la fuente original del Salto del Agua en la huerta del ex colegio de San Francisco Xavier de Tepotzotlán. Abajo: la réplica en el estresado cruce de Arcos de Belén y el Eje Central. Fotos: JILG.

Nunca vivió el estrés cotidiano al que está sometida su réplica. Sin embargo, la fuente original del Salto del Agua sufrió una erosión que nunca experimentó su hija: la del uso como surtidora de agua potable y la de haber testificado algunas de las obras viales que acabaron con ella. Muchas son las razones que pudieran tenerse para visitar el ex Colegio de San Francisco Xavier en Tepotzotlán, pero la de echar un vistazo a la ruinosa fuente con la que finalizaba el Acueducto de Chapultepec es una de las mejores. Ahí, en lo que fue la huerta conventual y que hoy es un jardín en perfectas condiciones, a la ruina pareciera habérsele construido un santuario de retiro espiritual. Como un homenaje colonial más de los que simboliza, la fuente de Salto del Agua, originalmente llamada de Belén, lleva el destino que el de muchas viudas de la nobleza novohispana: el recogimiento y la clausura, el ocaso de la vida en un convento. Muerto el acueducto, la viuda fuente se dio a sí misma como dote a uno de los más suntuosos y mejor conservados monasterios del Valle de México.

Hoy, en ese convulso punto en el que la terrible avenida de Arcos de Belén desemboca como una delta a la espantosa calle de Eje Central para reunificarse en una desangelada avenida José María Izazaga se encuentran frente a frente, pero divorciadas, la Capilla de la Purísima Concepción y una réplica de la fuente que Ignacio de Castera colocó en ese punto en 1779. Echar un vistazo a ambos vestigios exige paciencia para esperar la luz verde y tolerancia al ruido y el humo. Pero ahí están. Bien se pudo haber optado por mantener el espíritu de abrir aún más el espacio para los automóviles y derrocar trazas anticuadas. La resistencia de ambos monumentos en sitio tan adverso habla bien de la ciudad.
En la réplica de Guillermo Ruiz (abajo) se respetó la talla del escudo de la Ciudad
enmarcado en un águila con la corona de los Reyes Católicos. Tras la independencia,
dicen, este escudo fue erosionado intencionalmente de la fuente original. Fotos: JILG

Mucho se desechó. De las 61 fuentes que dotaban de agua a la Ciudad de México del siglo XVIII y parte del XIX, sólo quedan tres y reubicadas lejos de sus sitios originales -aunque la del Aguilita cuenta también con una réplica en su sitio original-. A la del Salto del Agua, a pesar de su maltrato valió la pena no sólo conservar la vieja y desgastada, sino colocar una réplica en su lugar. Un homenaje a quien ya era un homenaje.

Ignacio de Castera era un arquitecto neoclásico. Su generación representa el fin de más de una centuria de toda una forma de construir, ver, pensar y vivir en la colonia. Un repudio al dorado garigoleo con santitos. El a veces incomprensible y particular barroco novohispano se extinguió en cosa de unos 30 o 40 años. Castera fue uno de los últimos grandes "maestros mayores" de la Ciudad de México como capital de la Nueva España que, junto con los suyos, participó en la renovación de fachadas, retablos e infraestructuras. La iglesia de Loreto en el Centro Histórico, por ejemplo, muestra ya ese rompimiento total con el excesivo barroco. Sin embargo, aún en el espíritu vanguardista y de ruptura, Castera construyó una fuente barroca.

Dicen algunos que el sobrio barroquismo del Salto del Agua se debió a ser una de las obras tempranas de Castera o bien que forma parte de un momento de transición del barroco al neoclásico que el historiador Jorge Alberto Manrique bautizó como "barroco neóstilo". A mí me gusta pensar que Castera quiso dar un monumento representativo de la ciudad. Un símbolo. Así como hoy la fuente del Paseo Bravo de Puebla busca mostrar lo entrañable de esa ciudad al estar hecha de ladrillo rojo, talavera y cantera tallada en columnas estípites, la de Salto del Agua rindió homenaje al barroco y a la ciudad con un par de pilastras salomónicas, el escudo de la Ciudad de México y, coronada en su remate con una mujer española y otra indígena. El recién incorporado estilo neoclásico apenas se adivina en los trofeos que la adornan, similares a las que Manuel Tolsá obsesivamente colocó arriba de varios de sus edificios y remodelaciones. Me gusta pensar que siendo maestro mayor de un virrey tan ambicioso como lo fue Bucareli, la del Salto de Agua buscaba glorificar los sellos que identificaban a la Ciudad de México de ese entonces. Un Castera de hoy, tal vez haría otra cosa.

El Acueducto de Chapultepec funcionó a hasta mediados del siglo XIX. Su destrucción fue lenta hasta que en la década de 1960, con la construcción de la la Línea 1 del Metro y la espantosa iniciativa de abrir ejes viales en los 70, se quedaron sólo unas cuantas arcadas por la Zona Rosa, la todavía más vieja fuente de Chapultepec que abría el acueducto y la ruina de la fuente de Salto del Agua. Funesta suerte tuvieron la fuente de La Mariscala del otro gran acueducto que surtía a la ciudad y no se diga de las otras fuentes menores o "pilas económicas". A la erosión del tiempo había que sumarle el deterioro que le dejaron estas obras que acabaron con su remate y algunos trofeos. Hay reseñas ligeras y superficiales que condenan la decisión, pero para mí fue una mente piadosa la que optó por llevársela al entonces flamante Museo Nacional del Virreinato que en 1964 sirvió para conservar el viejo colegio jesuita de Tepotzotlán. No falta quien diga que todo es un engaño y que la original está en la casa de algún político del partido hegemónico. En todo caso, la fuente que hoy está en Salto del Agua, la replicó Guillermo Ruiz en 1948, aunque, me parece, suavizando un poco más las líneas barrocas de la original. Tal vez fue un mejor homenaje a la fuente final que la decisión de dejar aislada, asediada y casi oculta la inicial de Chapultepec.

Si me preguntan a mí: yo ampliaría enormemente las banquetas del Eje Central para convertirlo en un paseo arbolado no tan conveniente para el tráfico vehícular. Prohibiría referirse a él como "Eje Central" o "Lázaro Cárdenas" y le impondría un nombre nuevo o bien rescataría los que tuvo anteriormente (aunque Niño Perdido o San Juan de Letrán no convencen). Al llegar al cruce con Izazaga la avenida ex Eje Central es interrumpida por un parque en la capilla de la Purísima Concepción y la fuente de Salto del Agua pueden conversar nuevamente.

Entre árboles la original, entre postes de luz la réplica.


Fuentes:
- Una buena tesis de Historia del Arte de Ana Lorena García Martínez, enfocada al templo de Loreto, pero cuyo segundo capítulo, disponible en línea, se concentra en la biografía profesional de Ignacio Castera y análisis general de su obra en el contexto del fin del Virreinato y el ocaso del barroco.
- Sobre las fuentes que se desprendían de los dos acueductos que surtían de agua a la Ciudad de México, un artículo del célebre historiador Manuel Carrera Stampa-.
-Sobre el barroco "neóstilo", aquí el artículo donde se acuñó el término que ciertamente es de gran utilidad a la hora de observar el barroco de la segunda mitad del siglo XVIII.
-Sobre la fuente de Chapultepec, más vieja y tal vez más triste y estresada que la del Salto de Agua, aquí un comentario de Héctor de Mauleón.


domingo, 8 de septiembre de 2013

El pijama de Getúlio Vargas: un encuentro

Pijama que portaba Getúlio Vargas la madrugada del 24 de agosto de 1954 junto con la pistola con la que esa noche se quitó la vida.  Foto: JILG, 2011
La excusa fueron una boda internacional y unos ahorritos, pero me gusta pensar que tuve la fortuna de visitar Río de Janeiro, entre otras muchas cosas, para entrar al Palacio de Catete (Catechi, en una burda trasliteración de esa improbable pronunciación que a veces parece ser lo único que divide a los lusoparlantes de los hispanohablantes). En la ciudad buscaba restos de su barroco pasado colonial y glorias de su etapa como capital imperial y republicana. De esa inacabable urbe quería también conocer algunos de sus "largos" (plazas) para compararlos con una plaza de la Ciudad de México a la que en ese entonces le hacía un estudio etnográfico. Buscaba también, por supuesto, una feijoada, una caipirinha en Ipanema y tomarme fotos con un par de entrañables iconos globales. No hay tiempo que baste a un forastero para compenetrarse con Río de Janeiro. Pero en Catete iba buscando a Getúlio Vargas. Y me encontré su pijama.

El palacio ubicado en la entonces suburbana calle de Catete,  fue la
residencia carioca de los barones de Nueva Friburgo, un título
nobilitario entregado por el emperador de Brasil, Pedro II, en el 1854
sobre una de las zonas más prósperas del estado de Río de Janeiro,
colonizada a principios del siglo XIX por familias suizas. Tras el
establecimiento de la República, la residencia fue la sede del gobierno
federal brasileño desde 1897 hasta la fundación de Brasilia en 1960.
Foto: JILG, 2011
La historia la conocía. Algún tiempo estuve obsesionado con aprender portugués de forma autodidacta y eso me llevó a lecturas y telenovelas portuguesas y brasileñas. Entre todo lo consultado, la historia de Brasil inmediatamente roba cámara por interesante y relativamente exótica. Ese aislado y anacrónico imperio del siglo XIX en una América republicana al que la sola referencia al exterminio indio y la esclavitud negra nublan la bucólica de los nobles construyendo suntuosos palacios con fortunas agrícolas. La convulsión brasileña por romper el orden colonial fue mucho más lenta y original que otras historias americanas. Aquí tuvimos guerras y Leyes de Reforma, allá tuvieron golpes militares y a Getúlio Vargas.

No quisiera entrar en muchos detalles de la vida de Vargas o de la historia brasileña, pues creo que hacerlo me pone en camisa de once varas. Me limito a lo indispensable para exponer qué es lo que pudiera ser atractivo de ir a rendirle homenaje a su pijama. La bibliografía en portugués incluye biografías, un diario, reseñas de quienes fueron sus colaboradores, novelas de conspiración, decenas de artículos de análisis, críticas y loas al personaje. Sin embargo, en inglés encontré un texto profundo y bien documentado que recomiendo para quien quiera profundizar tanto en la persona de Vargas como en su impacto en el presente brasileño y que fue realizado por quien dedicó una muy buena parte de su vida a estudiarlo, .

Getúlio Vargas. Retrato ubicado en el Palácio do Catete,
Foto: JILG, 2011
Vargas se suicidó. En su cuarto. En el Palacio de Catete. Con una pistola. Teniendo su pijama puesto. Siendo presidente. Dejando un testamento. Cumpliendo una amenaza de suicidio. En medio de una crisis política... como una de las más intensas de las muchas que había enfrentado los últimos 25 años de su vida. Que un político cometa suicidio no es un hecho infrecuente. Sin embargo, que lo haga un presidente en funciones y que no penden sobre él genocidios, no es común. Con blancos y negros como casi cualquier político, la personalidad del político brasileño más importante del siglo XX se convierte en un objeto de altísimo interés para quienes nos llaman la atención las biografías políticas. El pijama de su suicidio es su metáfora y reliquia.

Estuvo al frente del Poder Ejecutivo de Brasil por quince años (1930-1945), lo dejó por seis (1945-1951) y luego lo recuperó para un nuevo período de cinco años, pero se mató al tercero (1954).  "Doutor Getúlio", mintió sobre su fecha de nacimiento: dijo que nació en 1883, pero sus registros dicen que en 1882. Siendo civil, presuntamente defraudado en una elección injusta de la que era candidato y siendo asesinado Joao Pessoa su amigo y compañero de fórmula, encabezó un golpe militar que le dio el poder de un "gobierno provisional" en 1930. A los dos años conduciría un intensa inestabilidad política y social hacia una elección de una asamblea constituyente que, terminada la nueva constitución en 1934, fue electo indirectamente para un período que terminaría en 1937. De sus primeros 12 años de mandato se conservan dos tomos de su diario personal (aquí un muy sintético comentario analítico en portugués sobre el contenido del diario). En 1937, con la excusa de un complot comunista, un golpe militar interrumpió un proceso electoral en el que sería sucedido Vargas y fue ratificado por los generales por un período indefinido que se extendió hasta 1945, cuando ellos mismos lo depusieron.  En el período de 1937-1945 fue cuando Getúlio tuvo un poder dictatorial sobre Brasil: impuso una nueva constitución, eliminó opositores, encarceló u hostigó voces incómodas, decretó leyes y códigos orientados al beneficio de los trabajadores pero rehuyendo de cualquier connotación comunista, nacionalizó y fundó decenas de empresas estatales, abrió carreteras y redes ferroviarias, impulsó una imagen icónica de Brasil que ya se cocinaba con la fruta de los tocados de Carmen Miranda en la playa de Copacabana, llevó a su país a la Segunda Guerra Mundial. 
"¡Se mató Vargas! El presidente cumplió su palabra: 'sólo
muerto saldré de Catete'"

Se llamó "Estado Nuevo (Novo)" a este período en el que con el plomo del autoritarismo se dio el golpe de muerte a las instituciones coloniales-imperiales oligárquicas, la población urbana se multiplicó y se sentaron las bases del Brasil que es hoy. Vargas estuvo inmovilizado durante casi tres años por un accidente automovilístico que sufrió en 1942, tras el que interrumpió su diario y más tarde los militares su mandato. Pero su popularidad lo devolvió a Catete tras ganar una elección en 1950, luego de haber sido senador simultáneamente y supuestamente sin haberse postulado como candidato tanto por su estado natal Río Grande do Sul y por el de Sao Paulo, donde era repudiado en 1932, pero amado posteriormente. Su último período, como el dramático final anticipa, no fue terso. Aquí fue cuando fundó Petrobras, pero a Vargas, el "padre de los pobres", como ya era bautizado, tuvo la ocurrencia de aumentar el salario mínimo de Brasil en un 100%, desatando una crisis política en la que los militares pidieron su renuncia. Fue acusado de corrupción y perdió control de la clase política y militar brasileña. En la inestabilidad fue asesinado uno de los principales opositores a Vargas. Nuevamente 19 militares firmaron una solicitud de renuncia a la que Vargas respondió con un tiro en su propio pecho y una nota suicida. Cuarenta y tres años después de su muerte, su hijo se suicidó de la misma forma que él a sus 81 años.

Entrar a Catete es entrar la convulsión del Brasil moderno que, tras la muerte de Vargas emprendió la mudanza de la capital a Brasilia y atravesó aún muchos dolores antes de implantar la democracia liberal que tampoco ha terminado de cumplir promesas. Es entrar a una recargada y anticuadamente elegante residencia del pasado imperial. Es entrar al actual Museo de la República, con objetos de las campañas de Lula y joyería de Pedro II. Pero sobre todo, y más importante para mí, es conseguir fetichizar la biografía de un apasionado político que transformó su país más por las malas que por las buenas. No se trata en momento alguno de admirar a Vargas, ni mucho menos idolatrarlo, sino de entrar a su recámara y encontrarse con su pijama agujerado para conseguir tocar muchas aristas de la mente humana. Una oración secular frente a un pijama. No sé, he tratado de recomenzar mi diario.

Cubo de las escaleras del Palacio de Catete. Foto: JILG, 2011


domingo, 1 de septiembre de 2013

40 templos angelopolitanos y una Catedral

Capilla del Rosario, ex convento de Santo Domingo, Puebla. Foto: JILG, 2013
Pues terminé investigar, tomar notas, organizar y seleccionar las fotos de un intenso recorrido que hice por una semana en el centro de la ciudad de Puebla. El objetivo era caminar por las calles entrando a todos los templos coloniales que encontrara abiertos y retratando aquellos elementos que me llamaran la atención. Fui a penas con algunos templos en mente y algunas direcciones. Lo demás era para ser encontrado por casualidad -y empeño-, con el riesgo de las omisiones que pudieran ocurrir. Iba buscando residuos coloniales: arquitectura barroca o previa a ésta, pero también las continuidades y vigencias de devociones de entonces u otras más recientes. Por supuesto, el paseo fue exploratorio, pero con resultados interesantes mismos que quise organizar, muy probablemente para mi uso personal pero que me gustaría dejarlo para utilidad pública a quien tenga interés por ello.

Al regreso del paseo, comenzó la consulta de diferentes fuentes de información para inundarme de nombres de arquitectos, obispos, frailes, santos, monjas, pintores, terminologías... Entender, leer, ordenar, volver a leer y volver a entender. El producto de este ejercicio es este álbum con notas, sí, informativas, pero, sobre todo, testimoniales y de la humilde apreciación de un ocioso antropólogo que medio sabe de arte, medio sabe de historia y medio sabe de devociones.

El enlace al álbum:
http://www.flickr.com/photos/100807876@N02/9624971046/in/set-72157635329335631

Quiero hacer esta entrada con algunos comentarios generales, dar crédito a las fuentes de información que acompañan las notas de cada fotografía y un anecdotario a manera de presentación de ese álbum.

I. Contenido y vínculos a las fotos de los templos
Con la intención de ampliarlo con las muy sensibles omisiones de las que he sido consciente hasta mi regreso a la Ciudad de México, pretendo futuras visitas complementarias a la Ciudad de Los Ángeles. Son sentidas las ausencias de capillas y templos de los viejos barrios indios, así como las del Via Crucis franciscano y las que están al interior de algunos templos civiles. Por lo pronto así organicé el contenido y estos son los templos que contiene (el vínculo es a la primera foto de la serie de cada iglesia o capilla):

1. La Catedral (ya cuenta con una foto-entrada en este mismo blog, con notas más amplias a las que el álbum le añade poco)




2. Templos de antiguos colegios
- Templo del antiguo colegio jesuita de San Francisco Xavier, hoy Instituto Cultural Poblano.
- Templo del antiguo colegio jesuita de San Ildefonso
- Capilla de los Gozos de María del Colegio de la Enseñanza
- Templo del Colegio jesuita del Espíritu Santo o Templo de la Compañía






3.Templos de hospitales coloniales
-Templo del Hospital de San Roque
-Templo del Hospital de San Juan de Letrán -hoy Museo Amparo-, o templo del "Hospitalito"
-Templo del Hospital de San Pablo
- Templo del Hospital de San Pedro, hoy Museo de Arte.








4. Parroquias y capillas
-Parroquia de la Santa Cruz
-Parroquia de San Marcos
-Capilla de la Inmaculada Concepción
-Parroquia del Sagrado Corazón de Jesús
-Capilla de San Ramón
- Templo de La Concordia
- Santuario de Guadalupe







5. Templos de viejos barrios indios
- Templo del Ángel Custodio (Analco)
- Templo de San Sebastián
- Capilla del Ecce Homo
- Templo de Nuestra Señora de la Luz
- Templo de Ntra. Sra. del Sagrado Corazón de Santiago de los Cholultecas.





5. Conventos masculinos
-Templo y convento de San Cosme y San Damián (mercedarios)
-Templo de San Agustín
-Templo y convento de Ntra. Señora del Carmen
-Templo y convento de San Francisco








6. Conventos femeninos
-Templo y ex convento de La Concepción
-Templo y ex convento de San Jerónimo
-Templo y convento de Santa Teresa (carmelitas)
-Templo y ex convento de Santa Rosa (dominicas)
-Templo y convento de Santa Clara
-Templo y ex convento de Santa Inés (dominicas)
-Templo y ex convento de la Santísima Trinidad (concepcionistas)
-Templo y convento de Santa Ana y San Joaquín (capuchinas)
-Templo y ex convento de Santa Mónica (agustinas)







7. Supervivientes del barroco
-Templo del Hospital de San Cristóbal
-Templo y ex convento de Santa Catalina de Siena (dominicas)
-Parroquia de San José
-Templo y ex convento de La Soledad (carmelitas)
-Templo y ex convento de Santo Domingo y la Capilla del Rosario








II. Las fuentes
Como señalé, fui con lo que sabía, que es lo que cualquier mexicano medianamente informado y que ha viajado previamente a la ciudad de Puebla sabe que si la Capilla del Rosario, que si la Biblioteca Palafoxiana, que si la Catedral y, sobre todo, la calle de los dulces. En un inicio, mis fuentes fueron mi memoria sobre la ciudad, sobre las clases de historia, sobre las lecturas sobre el Virreinato, sobre el contraste que se pudiera hacer con la experiencia de visita a otros sitios similares. Preguntando se llega a Roma. En muchos templos, sobre todo los de los conventos femeninos, pedí a los sacristanes que me permitieran el acceso a los coros de las iglesias o a las sacristías o a capillas cerradas. Nunca conseguí una respuesta afirmativa. Sin embargo, en varias ocasiones el contacto sirvió para preguntar, además, algún par de cosas, como sobre la figura que estaba recibiendo mucha devoción o, por ejemplo, por qué había manzanas frescas por todo el templo de La Soledad.

Placas informativas.
Por otro lado, hay que decirlo: la gran mayoría de los templos poblanos tienen extraordinarias entradas en la Wikipedia. Con todas las reservas que se pueda tener sobre esta fuente, cuando se trata de indicaciones para la apreciación de lugares, no hay pierde: a la vista están los aciertos y los errores. Además, la ciudad de Puebla está muy consciente del nivel monumental de su patrimonio histórico, así que no faltan placas informativas en un impresionante volumen de edificios religiosos y civiles. Estas placas han sido, sin duda, un muy buen punto de partida para la documentación informativa y orientación.

En una visita al Ochavo de la Catedral de Puebla, tuve la fortuna de ser guiado por el historiador del arte Fabián Valverde, quien además me informó sobre su reciente Guía del Patrimonio Religioso (pdf) de la ciudad de Puebla, que, consultada ya de vuelta en el Distrito Federal, ha sido una extraordinaria fuente de información, pues se encuentra realmente bien organizada. Fue absolutamente útil para organizar mis fotos. Con ella, me di cuenta que en mi paseo faltaron algunos importantes templos y capillas, pero también con este album documento sobre otros más que en ella no se encuentran (como el Convento de San Cosme y San Damián, la Parroquia del Sagrado Corazón, la Capilla de San Ramón Nonato, el templo hospitalario de San Pablo). Gran parte de la información sobre fechas e identificación de algunas obras de arte (sobre todo pinturas) proviene de esa guía.

Más sensiblemente y, sobre todo fundamental en el conocimiento de algunos sitios como la Catedral de Puebla o las omisiones de la Guía mencionada es el maravilloso libro La Catedral y las iglesias de Puebla de Manuel Toussaint. Por sí mismo es una de las más apasionantes guías del patrimonio religioso de la Ciudad pues su fecha de publicación (1954) le añade un encanto muy especial. No se trata sólo de descubrir lo que Toussaint señaló, sino de verificar su estado 60 años después. Me he vuelto adicto a las guías de viaje viejas.

Con todo esto y ahora que he sido mucho más documentado y he hecho un álbum sólo queda otra tarea por hacer: ¡regresar! Faltaron templos, faltó entrar a algunos, faltó detenerse en aspectos particulares de los que sí visité.

III. Las fotos: expulsado de un par de templos
Lo entiendo muy bien: las fotos pueden ser sumamente invasivas y molestas. Sobre todo para creyentes que, con alguna tribulación en particular, llegan ante la imagen del santo al que le encomendarán su caso y terminan siendo retratados por una mente secularizada. Conozco las reglas: no tomar fotos durante las misas, no retratar de cerca a las personas sin su previo consentimiento, no trastocar la sacralidad de objetos y partes de la iglesia. Fui un católico intensamente practicante por tres lustros, así que conozco esto. Sin embargo, en el recorrido (así como en muchas otras partes dentro y fuera de Puebla) me topé con prohibiciones expresas de tomar fotografías. Y me puse a buscar una razón.

Alguna vez, en la Ciudad de México, el sacristán del templo del ex convento de Jesús María me dio la explicación de que en las iglesias no se permiten las fotos porque "es la casa de Dios". En el caso de este recorrido, en la parroquia de Santiago de los Cholultecas (hoy de la enredada advocación de "Nuestra Señora del Sagrado Corazón de Jesús) comencé a tomar fotografías y el que bien pudo haber sido el sacristán o algún metiche se acercó a decirme que "al padre no le gustan las fotos". Al no ser una prohibición expresa, le hice un ademán de entendido y me apresuré a tomar las fotos que consideré importantes. Ante mi impertinencia el sacristán fue por el sacerdote quien me pidió que me retirara del templo. Pedí disculpas y así lo hice.
Prohibido tomar fotos y videos. San Cristóbal. Foto: JILG, 2013

En San Cristóbal me topé con un contundente letrero que decía que las fotos sólo estaban autorizadas para quien estuviera acreditado por el INAH, así que ahí me limité a tomar fotos con la cámara del celular cuando nadie me estaba observando. En la Parroquia de San José cometí el error de entrar con la cámara colgando al pecho, por lo que una mujer en la entrada enseguida me dijo: "namás que no tome fotos, de favor". Guardé la cámara en señal de obediencia, pero retraté el templo con la cámara del celular.

Lo más intenso fue en el ex convento mercedario de San Cosme y San Damián. Ahí, sin prohibición alguna, pero ya alerta por la constante prohibición de tomar fotografías simplemente no saqué la cámara, sino que las que tomé fueron con el celular. El templo tenía mucha gente, pues eran días de fiesta del Niño Cieguito, pero no se encontraban ya en misa cuando comencé a tomar fotos. Además, noté que a un poco discreto señor con un iPad que le tomaba fotos con flash a casi todos los santos en vitrinas, nadie le decía nada, por lo que no parecía haber una prohibición. Recorrí el templo, admirando y retratando. Afortunademente, cuando tomé la que creía iba a ser mi última foto, apareció un probable sacristán quien se aproximó rápido hacia mí y empezó a gritar: "Out! Out! No photos, maifrén! Out! No photos!"... La gente enseguida volteó a mirarme. Le dije en español que no se preocupara que ya me iba. No entendí por qué tanta contrariedad y el exabrupto.

Me gustaría entender qué es lo tan ofensivo o tan peligroso de tomar fotografías. Me gusta que en lugares tan importantes como la Catedral o la Capilla del Rosario no existe ningún temor a las fotografías y la gente puede disfrutar su paseo tomando las fotos que desee. En los otros casos, francamente me parece una fobia estúpida. Ciertamente coincido en que hay que educar a los paseantes: respetar la devoción del otro, evitar el flash en pinturas y ya. Una de las razones que no me satisfizo sobre esta obsesión la expongo en el siguiente apartado.

III. Los fiascos: la plática que no fue
La Parroquia de San José, fue, sin duda, uno de los sitios que más interés me despertaron. La amplitud y gran colección que hay dentro del templo bien le vale un estudio a mucha más profundidad que la mera visita que le hice. Y cuál fue mi muy grata sorpresa que cuando fui al templo por primera vez, en el sotocoro encontré un pizarrón anunciando una plática sobre San José a cargo de un historiador del arte que ocurriría en dos días. Cancelé planes de ir a recorrer otros lugares para poder asistir a la plática. Estaba yo muy entusiasmado, así que con mucha más atención y emoción recorrí el templo para poder llegar a esa plática sabiendo lo más posible de la iglesia y sus obras y así poder llegar lleno de preguntas.

Llegué puntual y encontré una iglesia llena con muchos niños. Me pareció extraño, pero también pensé que bien pudo haber sido un grupo al que se les asignó como requisito la asistencia a la plática. Había un proyector y muchos asistentes que pedían sentarse lo más cerca posible del expositor. Tomé asiento y miraba los retablos barrocos en lo que comenzaba la plática. Nuestro presentador llegó, se colocó frente al auditorio y nos dio la espalda para persignarse frente al altar, hincarse y mantenerse en oración por varios minutos ante la mirada silenciosa de su público. Ahora sabemos que el historiador sería un católico muy ortodoxo.

Aquí, entre cantera y retablos, lleno de ilusiones, a la espera de que
 iniciara una anunciada plática sobre lo que yo creía que era el arte y
objetos del templo de San José.
"Hoy vengo a hablarles de un verdadero Superman, de uno que sí existió. Vengo a hablarles de un verdadero superhéroe, de un hombre entero y de a de veras... Y sí, porque este Superman era en realidad tan hombre que Dios le confió a su hijo para que lo educara.. Este superhéroe era San José". Dos pájaros de un tiro: la plática no sería sobre la Parroquia de San José, sino sobre el personaje del santo y, sobre todo, segundo, la plática no sería interesante en modo alguno. Decidí no ceder ante mi intolerancia y regalarle unos cinco minutos más. Y tuve mi recompensa por ello.

El expositor reveló que en realidad había sido acólito del párroco de San José por muchos años y que ahora volvía por su amor a él, al templo y a San José. Y nos contó de su primera experiencia en la parroquia. Dijo que llegó, se maravilló por el recinto y comenzó a tomar fotos, cuando el sacristán se aproximó y le dijo que estaba prohibido. Mi atención estuvo de nuevo capturada por completo. "Me asombré y enorgullecí al saber que el sacristán estaba haciendo muy bien su trabajo", nos dijo. Lo siguiente fue una reiterada celebración a la noble prohibición del sacristán. El expositor explicó la razón y es que, dice, lo de tomar fotografías es el primer paso para el robo del arte sacro. "Llegan y parecen turistas, se ponen a retratar que si esta pintura, que si esta estatua, que si este candelabro y en realidad lo que están haciendo es un catálogo de todo lo que se van a robar para venderlo en mercados negros" (esto último como quien dice el nombre del Diablo)... Continúa: "por eso, todos, si vemos a alguien tomando fotos en una iglesia debemos decirle que no lo haga o llamar al sacristán o al padre". Lo entendí todo: cada vez que tomo fotos soy visto por los feligreses como un potencial criminal que planea robarse todo lo que le quede de valor al templo. Bueno, al menos una explicación más elaborada que "es que es la Casa de Dios".

Bajo esta lógica, alguien que llega con un cuaderno y una pluma podría estar anotando la disposición de las piezas que planea robarse. Bajo esta lógica, cualquier persona que parece que está orando frente a un santo, en realidad podría estar tramando cómo extraer la escultura de ahí y los murmullos podrían ser a un micrófono en el que contacta a los bandidos que lo esperan en una camioneta afuera. Bajo esta lógica, poner cuchillos en las mesas de los restaurantes implica el riesgo de algún asesinato ante un arrebato irracional o premeditado de alguno de los comensales. Sigo sin entender por qué no se pueden tomar fotos más que con algún privilegiado permiso gubernamental.

IV. Sitios, leyes y neoclásico
El terrible caso del templo de Santa Clara. Foto: JILG, 2013
A ver, seamos francos, de las 40 iglesias a siete no conseguí entrar pues no las encontré abiertas durante mi paso -sí, volveré-. Así que, además de la Catedral, entré y retraté 33 interiores de capillas independientes y templos. De ellos, sólo uno (Santo Domingo) conserva su retablo mayor barroco, en dos más los retablos principales son (con aciertos como en el Templo de la Compañía o con desaciertos como en Santiago) del siglo XX y en otros dos son sumamente austeros como para considerarlos de algún estilo (San Agustín y San Juan de Letrán). Los otros 28 son neoclásicos. Y 27 de ellos implicaron la destrucción de retablos barrocos que hubo en su lugar (el del Sagrado Corazón es original del templo). Cierto, las modas cambian y ese barroco que hoy despierta curiosidad, tal vez a finales del XVIII generaba asco... y buenas razones no les faltarían para ello.

Lo cierto es que en Puebla es muy frecuente escuchar que gran parte de la destrucción del patrimonio religioso ocurrió en tan sólo la década de 1860, cuando la ciudad fue asediada por los franceses en dos ocasiones y, además, cuando se aplicaron férraeamente las Leyes de Reforma de los liberales en las que se ordenó la exclaustración de todos los religiosos y religiosas del clero regular y cuyos conventos fueron lotificados, vendidos y, en el mayor de los casos, derrumbados. No se niega la relevancia de ambos episodios, sobre todo, la inevitabilidad de uno y la necesidad de constituir un nuevo régimen político, económico y social distinto al colonial del segundo. Sin embargo, cuando entro al ex convento de Santa Clara y observo una melosa decoración que no despierta mayor admiración y saber que ahí anteriormente hubo una que, al margen del gusto de cada quién, representaba al menos un gran refinamiento y trabajo en la talla de madera y argamasa, toca encontrar culpables. Y no, no fueron cañonazos, ni liberales, fue eso que llaman "neoclasicismo". Yo añadiría: ESE neoclasicismo, el de la retablística novohispana-mexicana (es decir, cómo pelearse con magníficas edificaciones y portadas neoclásicas).

Alguien por ahí me puso que los retablos neoclásicos poblanos (y fuera de Puebla... vea nomás el ex convento de Santa Inés en la Ciudad de México) parecen "pasteles de quinceañera de Sanborn's"... En efecto, más allá de lograr una pulcritud y romana sobriedad frente al horror vacui de un barroco atascado, la sensación es la contraria: de un recargado admirable a un recargado de mal gusto. La destrucción del patrimonio religioso virreinal parece haber estado más a cargo de unas élites que se hartaron de ver los mismos muebles atascados de siempre y quisieron poner en el mismo lugar muebles distintos.

Del Siglo XX al XXI ha habido más oportunidad de preservar, pues el crecimiento demográfico y urbano fue explosivo y expansivo, que aunque destruyendo lo viejo en incontables ocasiones, también en otras innumerables sólo se limitó a abandonarlo. Hoy gentrificadamente estamos corriendo de regreso a las zonas abandonadas a ver cómo fue que dejamos todas esas cosas del siglo XIX. A veces encontramos cosas más viejas y a veces nos topamos con ese reinado del mal gusto que fue la primera mitad decimonónica.