lunes, 19 de agosto de 2013

Catedral de Puebla: revisitada

En un desnivel, la Catedral poblana domina el paisaje del centro de la ciudad con sus torres y la cúpula central. Vista del costado sur de la Catedral desde la terraza del Museo Amparo. Foto: JILG, 2013
Domina el paisaje angelopolitano. Es el mejor referente de orientación para las inteligencias... especiales, como la mía, que simplemente no podemos descifrar de forma inmediata el sistema de nombres de las calles de la ciudad. Nones, pares, sures, nortes, orientes y ponientes. "¡Pero si es muy lógico!", suelen decirle al contrariado. Sin duda lo es, pero habemos a quienes en cuestiones de orientación, nos es más fácil recurrir a la memoria que a la lógica.  En todo caso, no hay duda: uno puede guiarse buscando esas torres, pues simplemente se sabe que pertenecen a la llamada "Basílica Catedral".

Sus semejanzas con la Catedral Metropolitana a simple vista son muchas.
Ambas tienen cinco naves (la central, dos procesionales y, desde la fachada, las
dos que ocultan sus dos torres donde hay capillas). Y es que ambas parten de
un diseño herreriano, a cargo de Claudio de Arciniega en México e influido por
éste en el caso de la Puebla.  La fachada de la poblana es, sin embargo, más
sobria y es que también finalizó 100 años antes que la capitalina. Sus torres
son más altas que las de México, alcanzando 70 mts (contra 67 mts). Lo cierto
es que ya no son las torres más altas del país, pues las del neogótico e
 inconcluso Santuario Guadalupano de Zamora, Michoacán, rebasan los 100.
Foto: JILG, 2013
Existen numerosos textos, descripciones y referencias sobre la Catedral de Puebla. Quizás uno de los más interesantes, por antiguo y por su autor es el que hizo José Manzo, el arquitecto poblano del siglo XIX corresponsable de la trágica destrucción de estructuras e interiorismo barroco en toda la ciudad. Sin embargo, uno de los textos que me ha resultado particularmente completo, que acude a fuentes primarias y es fascinante por la pasión con la que expone la historia de la Catedral, es el que Manuel Toussaint publicó en 1954 -un año antes de su muerte- y que está disponible gratuitamente aquí (pdf). Los datos que incorporo en esta entrada provienen principalmente de ahí, de las propias placas informativas que colocó la Catedral dentro del templo y del recorrido que me brindó Fabíán Valdivia Pérez, historiador del arte y miembro de la oficina de Turismo del Ayuntamiento, el 16 de agosto de este año. No pretendo tanto abrumar con datos, ni repetir de lleno la historia que bien puede ser leída en mejores y más cercanas fuentes, sino mostrar un recorrido fotográfico... mi recorrido de reconocimiento de la Catedral acompañado por datos necesarios.

I. Exterior
Lo que hizo el Distrito Federal con su Zócalo, lo ha hecho la diócesis de Puebla con su atrio: una inmensa plancha de asfalto, vacía, custodiada por rejas, antecede la Catedral. El efecto buscado es el mismo, el de apreciar la magnificencia del edificio. Sin embargo, el atrio también queda como una plaza libre para la realización de diferentes eventos litúrgicos, religiosos o festivos. Aunque no es propiamente una plaza pública, es una plaza de la Catedral, administrada y controlada por ésta. Resulta interesante saber que, dentro de los proyectos que se tenían para este templo que lo hubieran hecho único en México, estaba el que, en ese gran atrio, existiera un claustro como obstáculo de entrada a la Catedral. Esto al estilo del Escorial en España, en el que la basílica se encuentra propiamente adentro del palacio, en vez de presidirlo. También se consideró que hubieran otras dos torres en contraesquinas de las actuales.
Izquierda: Puerta principal o del Perdón que, como tal, sólo abre en ocasiones especiales y con el fin de obtener indulgencias. A simple vista, lo más relevante de esta portada es que contiene el escudo de armas de España hasta arriba. Estuvo cubierto por el monograma de María tras la Independencia de México con el mandato de eliminar cualquier escudo real (como fue el caso de la Catedral Metropolitana donde hoy se exhibe un escudo con el águila juarista). Sin embargo, fue redescubierto, al menos, desde la primera mitad del siglo XX.  Las figuras del primer cuerpo (el primer bloque inferior) son San Pedro y San Pablo, ambos con un escudo con un jarrón de azucenas arriba, símbolo de la Inmaculada Concepción, a quien se dedicó la Catedral. En el segundo cuerpo las estatuas son de San José con el niño y de Santiago Apóstol.  Arriba se lee el año 1664, fecha en la que fue terminada la fachada, mientras que la Catedral fue consagrada en 1649, una vez que fueron cerradas todas sus bóvedas. Derecha: la portada norte del denominado crucero de la Catedral. Esta puerta da al Zócalo poblano y fue terminada en 1690. Como referencia, las portadas principales de la Catedral Metropolitana fueron terminadas a finales del siglo XVIII. La portada norte también tiene el escudo de la Catedral: el jarrón con azucenas y las estatuas pertenecen a los cuatro evangelistas. Fotos: JILG, 2013

II. El interior
Baldaquino diseñado por Manuel  Tolsá y terminado
 José Manzo en el siglo XIX. En Puebla a éste y a otros
lo denominan "ciprés"  al parecer porque así se llamaba  un 
viejo baldaquino (pdf) de la Catedral Metropolitana que
fue modelo del viejo que  había en Puebla, en Madrid y en
Sevilla. Sus dimensiones obstaculizan la vista  al Retablo de
 los Reyes, al fondo. Su monumentalidad le he valido algunos
estudios como éste. Foto: JILG, 2013
Toda esa mezcla del severo estilo herreriano del XVI con el sobrio barroco del XVII se extingue adentro, en un templo dominado por el neoclasicismo del siglo XIX. La Catedral de Puebla da un aspecto de limpieza, pulcritud y uniformidad que tal vez la Catedral Metropolitana de México, con su mezcla de estilos, no consigue dar. Las dos naves procesionales dan una sensación de amplitud (en el argot arquitectónico católico de cualquier templo se denominan "del Evangelio" a las naves procesionales del lado izquierdo desde la perspectiva de los fieles y de la "Epístola" a las del lado derecho). A diferencia de otros templos mexicanos arrasados por los horribles retablos y baldaquinos neoclásicos, en la Catedral de Puebla el efecto que da es el contrario y se percibe más bien una elegancia tal vez anticuada. Todas las bóvedas están decoradas por esos casetones con florones dorados, típicos de casi cualquier techo religioso de la ciudad de Puebla, sólo que los de la Catedral lucen más sobrios que algunos más coloridos.

En cualquier visita a la Catedral, las 14 capillas que se encuentran en las dos naves laterales por lo general y salvo alguna aislada excepción donde suele estar expuesto a adoración el Santísimo, están cerradas con reja y con poca iluminación, por lo que es muy difícil apreciar bien lo que resguardan. Cada capilla viene acompañada de una lámina que explica algunas de las pinturas y devociones que hay en su interior como una especie de probadita de lo que no se puede admirar. Pinturas de Villalpando, de Cabrera y de artistas poblanos en penumbras y de ladito.



Las capillas oscuras, enrejadas y de un neoclasicismo repetitivo y genérico que llega a ser aburrido a pesar de que casi cada una guarda alguna curiosidad que valiera la pena admirar con un poco más de luz y perspectiva (o sea, no de ladito). En un un gran número de casos, las pinturas que se exhiben fueron rescatadas de los antiguos retablos barrocos que fueron destruidos. Arriba a la izquierda:  la Preciosa Sangre de Cristo. Arriba a la derecha: San Nicolás de Bari (la anécdota es que hubo un momento que la devoción era tal por este santo que decidieron usar la capilla más cercana a la entrada, antes destinada a San Ignacio de Loyola, para poner a este santo y que así sus devotos se concentraran ahí y no interrumpieran la misa). Abajo a la izquierda: la Inmaculada Concepción. Y abajo a la derecha: el Dulce Corazón de María, conservando la pintura barroca central como su mejor elemento. Fotos: JILG, 2013
Dentro de lo que más llamó mi atención que se puede vislumbrar en las penumbras de las capillas están unos reyes magos de talavera (y otro colado que no puedo identificar y que tal vez y a juzgar por las manos vacías de los reyes, simplemente están siendo guardados como bodega de un nacimiento que, no sé, tal vez se exhiba en épocas decembrinas) en la Capilla de Santiago Apóstol (izquierda) y una pintura de la Sagrada Familia de Miguel Cabrera en la Capilla de Guadalupe (derecha). Fotos: JILG, 2013
Altar de los Reyes (1649) y cúpula con la pintura "El
triunfo de la eucaristía" de Cristóbal de Villalpando
(1688). Foto: JILG, 2013. 
Finalmente, no teniendo en mente más las semejanzas entre la Catedral Metropolitana y la de Puebla, es decir, particularmente olvidando la extraordinaria Capilla de los Reyes del presbiterio de la de México, se llega al de la de Puebla, que también posee un retablo con el mismo nombre y motivo: reyes y reinas que hayan sido nombrados santos por la Iglesia Católica. Y es aquí donde reaparecen algunos elementos barrocos al ver las columnas salomónicas que decoran cada uno de los nichos con estatuas de los reyes. Se trata del único retablo anterior al siglo XVIII (se consagró en 1649) que hay en la Catedral -excepto las áreas restringidas- y que sobrevivió la severa reforma de José Manzo. Curiosamente, a pesar de que el retablo lleva elementos barrocos, su sobriedad más propia del siglo XVII que la intensa corriente churrigueresca que dominó en la Ciudad de México en el XVIII (el retablo de los Reyes de Balbás en México es de 1737), lo hace perfectamente compatible con el neoclasicismo del resto del templo. Y, sin embargo, la estrella no es el retablo, sino la pintura al temple de la cúpula que estuvo a cargo de Cristóbal de Villalpando (el mismo que tiene pintada media Nueva España en varios lados, pero se destaca su trabajo en la Catedral Metropolitana).







Luis IX de Francia de la Catedral Metropolitana vs el de la Catedral de Puebla. Fotos: JILG, 2012 y 2013

III. El Ochavo
Recientemente la Catedral de Puebla ha autorizado el acceso controlado a tres espacios realmente privilegiados: la Capilla del Espíritu Santo (conocida como el Ochavo), la Sacristía y la Sala Capitular, con su respectiva antesala conocida como la Sala de Gobelinos. El acceso no es sencillo, pues al menos este verano (y según se me dijo, todo lo que va de este año), las citas sólo son los viernes a las 10:00 hrs y a las 16:00 hrs. Se debe reservar en las oficinas de Turismo del municipio que se encuentran dentro en los portales del Palacio del Ayuntamiento en el Zócalo, aunque por teléfono es también posible. El costo es de $100 pesos y debe reunirse un mínimo de cinco personas hasta un máximo de 35 (que me parece una cantidad excesiva considerando las dimensiones de los espacios que se visitan). No hay mucha publicidad y los horarios no son los mejores, así que, al parecer, lo normal es que no se reúnan los cinco. En mi caso, ¡fui yo solo! No fue tarea fácil, pues al principio fueron renuentes a permitir el paso de una persona. Sin embargo, ante mi insistencia e incluso mi disposición (inconsciencia) a pagar lo de cinco con tal de tener la experiencia de conocer la cara oculta de la Catedral de Puebla, las autoridades de Turismo hablaron con las de Catedral y se autorizó mi visita pagando solamente lo de uno, lo cual me dejó muy agradecido con ambas instancias. Sobre todo porque pasando uno solo, ¡se disfruta mucho más!

Entrada al Ochavo: tras pasar la reja de la calle para
ingresar a las oficinas de la Catedral, se pasa por otra
puerta, se cruza un pasillo y uno se topa con esto. La
pequeña puerta protegida por otra reja más, un portón
de madera y unos gruesos muros, está lista para proteger
el tesoro de la Catedral de quien sea. Foto: JILG, 2013
Al igual que en el resto de este texto, no pretendo hacer una descripción exhaustiva. México Desconocido hizo una profusa descripción del Ochavo, aunque después de visitarlo, le noté algunas impresiciones. También resulta interesante leer las observaciones que Toussaint hace en el texto que anteriormente coloqué, sobre el tesoro de la Catedral y estas salas en particular. Por eso, aquí me limito a exponer las fotos que hice, así como mi experiencia testimonial.

El Ochavo es un anexo al conjunto de la Catedral destinado originalmente a ser el cuarto del tesoro, es decir, donde se guardaban aquellos accesorios de alto valor como custodias, báculos y joyas decorativas para santos, sacerdotes o interiores. Por esa razón, su acceso era sumamente complicado y resguardado por rejas, portones y muros. Adentro del Ochavo se fue almacenando una colección de pinturas, reliquias y agnus dei que traían consigo desde Europa o por encargo a artistas americanos los que eran nombrados obispos de Puebla. Para mediados del siglo XVII quedó claro que había un acervo adecuado para exponerlo de una forma atractiva por lo que, aparentemente, se mandaron a hacer marcos que distribuyeran las obras de forma vistosa, con cierta simetría. Es decir, todo parece indicar que la apariencia actual del Ochavo, que data de las mismas fechas que la construcción de la célebre Capilla del Rosario, fue realizada para exponer esa particular colección, misma que se encuentra completa, según me contaba Fabián Valdivia.




Así luce el Ochavo por fuera. Su nombre viene justo de la construcción octagonal que no se trata solamente del tambor de una cúpula, como podría pensarse al verlo por el exterior, sino que los muros completos desde el piso forman esa figura. Como referencia chilanga, la capilla de la Conchita, en el Centro Histórico es un templo ochavado. Sin embargo, Valdivia me cuenta que, como parte de conjuntos catedralicios, sólo hay anexos ochavados en Puebla, la Catedral de Toledo (el tesoro del templo) y el Palacio del Escorial en España (la tumba de Felipe II). Nótese también las rejas que hay en las ventanas. La Catedral podría resistir varios sitios de Puebla. Foto: JILG, 2013

Interior del Ochavo. Adaptado posteriormente como capilla para ceremonias privadas, los recubrimientos dorados que ocupan tres lados completos, alternados por muros con marcos, ya no sólo hacen las veces de un marco gigantesco para la colección artística y relicaria, sino también acaban luciendo como retablos de culto. El entretejido de la madera con láminas de oro recuerda el estilo que se observa en el barroco poblano propio de la segunda mitad del siglo XVII.  Foto:  JILG, 2013

De una buena cantidad de las pinturas que hay en los muros del Ochavo se desconocen sus autores, así como a quién pertenecen las reliquias expuestas. En todos los casos se considera que son pinturas del siglo XVII y tal vez algunas del XVI. Sin embargo, hay varios de Villalpando y otros más de Juan Tinoco. Para mí, las estrellas del recinto son cuatro obras de arte plumario, es decir, hecho exclusivamente a base de plumas de aves salvo papel dorado picado. Supuestamente fueron realizadas en México al cierre del siglo XVI o principios del XVII.
Pintura plumaria del Ochavo. Izquierda: mi favorita, una sagrada familia. Derecha: San Francisco. Fotos: JILG, 2013
A pesar del paso de los siglos, las pinturas plumarias de la capilla del Ochavo conservan la iridiscencia, esto es, el cambio en los tonos de luz dependiendo la iluminación y el punto de vista sobre una superficie, una propiedad que poseen algunas plumas de aves. Arriba: San Juan Bautista bajo dos iluminaciones distintas. Abajo: San Pedro. Fotos: JILG, 2013

Pidiendo posada. Esta, a mi gusto, es otra de las pinturas más interesantes y bonitas de la capilla del Ochavo. Y es que el embarazo de María es notable, cosa que no es muy frecuente en sus representaciones, sobre todo, previas al siglo XX. Su vientre siempre aparece convenientemente cubierto o simplemente no está abultado. ¿Recuerda usted otra imagen del embarazo de María? Foto: JILG, 2013

IV. Sacristía
El recorrido saliendo del Ochavo continúa por el fondo del mismo pasillo hasta una puerta que da acceso a la magnífica sacristía de la Catedral de Puebla. Esta sacristía se mantiene en uso y el mantenimiento de muebles del siglo XVII, así como de la limpieza de sus pinturas y retablos es sencillamente increíble. Es un gran espacio, mucho más acogedor e impresionante que el de la Catedral Metropolitana, cuya severidad herreriana lo hace un espacio oscuro.

Sacristía. Las pinturas, diferentes triunfalismos de la fe, la Iglesia y la Eucaristía, son copias de Rubens que hizo Baltasar de Echave Rioja a finales del siglo XVII. Lo más impresionante, además del perfecto estado en el que se encuentran, es la la grande cajonera en herradura que, según me explican, es original de 1650... ¡y está en uso! Foto: JILG, 2013

Dos detalles de la sacristía. A la izquierda el trabajo de talla que decora la cajonera de 1650, donde se ve al patrón de garigoleos propios de la época que se ven en el templo de San Cristóbal y en la Capilla del Rosario. El jarrón con azucenas es el escudo de la Catedral, pues representa a la Inmaculada Concepción, la devoción a la que fue dedicada. En el lado derecho está el lavamanos tallado en alabastro, que, por sus características muy probablemente es también del siglo XVII. Al darle un golpe en el borde, emite una resonancia bellísima... Y sí, también sigue en uso. Fotos: JILG, 2013
San Miguel, Santa Teresa, Santiago Apóstol y otros levantan el manto de la Inmaculada Concepción para dejarnos ver a notables obispos poblanos, entre los que se cuentan Julián Garcés, quien fue el primero, y, sobre todo el célebre Juan de Palafox y Mendoza, quien en su obispado de 13 años (1640-1653) fue que la Catedral poblana fue prácticamente construida. El lienzo es del siglo XVIII a cargo del poblano Luis Berrueco Es importante notar, además, a la Virgen del Pilar en la esquina superior izquierda. Lo es porque habla de un sello más de hispanidad. La Puebla virreinal (y probablemente alguna parte de la actual) tiene una importante tradición y necesidad de refrendarse como española quizá derivado de ser, justamente, la primera "puebla" de españoles. La Inmaculada Concepción, cuyas imágenes y símbolos se repiten una y otra vez por toda la ciudad y particularmente en la Catedral, era a la vez patrona de la monarquía española, mientras que la Virgen del Pilar es la patrona de toda España. No hay que olvidar el detalle de que en la fachada principal de la Catedral hoy el templo ostenta un escudo real español.  Fotos: JILG, 2013

V. Sala capitular y de gobelinos
Finalmente, cruzando la sacristía y saliendo por otra puerta, se llega a un pasillo que conduce a la sala capitular. Esta es la sala donde se reúne el obispo con los párrocos y se toman decisiones. A un costado de la sala capitular se encuentra una puerta al Archivo de la Catedral para el que no sólo no hay acceso, sino que si su puerta se halla abierta, la regla de la visita es que no se debe avanzar por la sala hasta acercarse a ella. Una pena. Pero hay recompensas: la antesala de la Sala de Cabildo vale toda la pena. Se le denomina Sala de Gobelinos con algunas piezas muy interesantes que prefiero mostrarlas con foto.

Sala de los Gobelinos. Existen leyendas que dicen que estos tapices provienen directamente de los talleres de Juan Gobelin de Francia del siglo XV. También hay quien dice que el propio Rubens se los entregó a Carlos V y éste los donó a la Catedral de Puebla. Lo primero es poco probable, pero lo segundo no es plausible, pues Carlos V murió antes de que Rubens naciera. Según Toussaint, estos tapices podrían ser del siglo XVII. Yo no soy muy afecto a ellos, así que no les presté mucha atención. Fotos: JILG, 2013

Las joyitas de la Sala de Gobelinos, a mi gusto, no son los tapices, sino un par de Inmaculadas Concepciones. La de la derecha, pintada por Cristóbal de Villalpando. La de la izquierda, se cree, estaba colocada en el coro de la Catedral. Es una magnífica talla de marfil traída desde Filipinas. Fotos: JILG, 2013

La Inmaculada de marfil de la Catedral de Puebla (izquierda)  me remitió a una Sagrada Familia (derecha) que recientemente vi en la colección del Museo Franz Mayer en la Ciudad de México. Están dentro de mis piezas favoritas del museo, particularmente por la expresión de María. Sin embargo, la Inmaculada de la Catedral de Puebla me pareció aún más bella. Fotos: JILG, 2013
Finalmente, un vistazo a la sala capitular donde están los retratos de los obispos poblanos en las paredes. Al centro una estatua de San Juan Nepomuceno, quien está ahí para recordar la secrecía de las reuniones. La puerta que se ve abierta es la del Archivo de la Catedral. Fotos: JILG, 2013
El recorrido debe incluir el coro. Sin embargo, no tuve la suerte en esta ocasión, pues se encontraba en reparaciones el órgano. Lo cual será, sin duda, un excelente motivo para regresar y volver a andar los mismos pasos. Probablemente alguna obra que pasó inadvertida en esta ocasión, se convierta en protagonista de la siguiente visita. La Catedral de Puebla es uno de esos sitios que no se terminan y es de agradecerse su extraordinaria apertura a visitantes y turistas con ganas de sacar su cámara y tomarle foto a todo... a t-o-d-o. ¡Habrá que volver!

Nave procesional a un costado del coro (derecha). Uno de los órganos del coro en plena reparación (derecha). Fotos: JILG, 2013



No hay comentarios:

Publicar un comentario