I. ¡Traigo a la virgen!
Ella llegaba con esos lentes semi opacos,
redondos y grandes, de “fondo de botella”, pues. Alta, corpulenta y, por
supuesto, con un bastón. La caricatura no se completaría si, además, no trajera
un zorro muerto como estola. Com-ple-to: las patitas traseras y la cola le cuelgan
al frente de su hombro izquierdo y las delanteras junto con la cabeza inerte
del lado derecho. Y la severidad de su semblante se corona con una voz grave y
profunda que, luego de tocar la puerta responde al “¿quién es?” con un solemne y firme “¡traigo a la Virgen!”. Mi mamá y sus
hermanas recuerdan así a la encargada de trasladar un pequeño altar móvil con
alcancía integrada dedicado a Nuestra Señora del Pilar para custodia temporal
de los miembros de su cofradía en México.
Figurita de la Virgen del Pilar en la fachada de la Enseñanza. Se ve que alguna vez estuvo pintada. Foto: JILG, 2013 |
Así, durante los días que mi abuela recibía en
su casa a la pequeña figurita de una virgen María parada sobre un pilar, debía
organizar oraciones y visitas entre sus vecinos y amigos, buscando llenar esa
alcancía que tenía en su base. Desde antes, desde entonces y hasta ahora, cada
12 de octubre se organiza una misa solemne en el Templo de Nuestra Señora del Pilar, conocido como la Enseñanza, en la
calle de Donceles, en el Centro de la Ciudad de México. La celebración es acompañada de una
fiesta financiada con los recursos obtenidos por la Cofradía. Hoy, cuando yo le hablo a mi madre de la Enseñanza, ella no puede evitar recordar a la caricaturesca señora que llevaba a la Virgen del Pilar a su madre.
En el mundo católico, siendo la zaragozana Virgen
del Pilar la advocación mariana principal de España, en México no goza de una
amplia devoción. Apenas un puñado de parroquias y templos son dedicados a ella
en todo el país, aunque su imagen se encuentra presente en pequeñas capillas y
retablos principalmente donde se concentran emigrantes españoles o sus
descendientes.
La célebre iglesia de la Enseñanza es el más importante templo de la Ciudad de México y probablemente del país dedicado a la Virgen del Pilar. Y este sitio, junto con un muy remodelado Colegio Nacional, son los
restos de lo que fue un convento y colegio para mujeres inaugurado en 1754 por una noble novohispana llamada María Ignacia Azlor y de Echeverz. Eran los tiempos en los que el barroco comenzaba a fastidiar. Le faltaba un digno ejemplar de culminación. La historia de La Enseñanza puede ser enternecedora y su aspecto actual es de una impecable limpieza que esconde sus múltiples imperfecciones y cicatrices históricas, mismas que resulta divertido encontrar.
Aunque frecuentemente entran y salen personas que dedican un par de oraciones y plegarias a alguno de los múltiples santos y santas que hay en sus nueve retablos o bien algunos admiradores -nacionales y extranjeros- de paso, suele predominar un ambiente silencioso y muy tranquilo. Su actividad religiosa también es muy baja. No posee ninguna figura o imagen particular de veneración popular. Hasta hace un par de semanas que se han traído un padre de Orizaba para celebrar misas todos los días a las 13:00, no había celebraciones de lunes a sábado. Sólo había una misa dominical y, anteriormente, un domingo de cada mes, al igual que en el templo de Loreto, se celebraba la ultraconservadora misa tridentina. Las religiosas que resguardan el templo rezan el Angelus diario y eso es todo. Queda, pues, un recinto abierto durante las mañanas y un breve período por la tarde que es ideal para ir a leer, descansar de un paseo o compras por el Centro o simplemente para ir a estar. Para los creyentes será ideal para orar. Es, sin duda, uno de mis sitios favoritos en la Ciudad y razón por la que le dedico esta entrada.
II. La historia: “la Madre Fundadora aseguraba que de todo su caudal había hecho heredera a Nuestra Señora del Pilar”
La guía "Hablemos de la Ciudad" de Porrúa, en su entrada sobre la Enseñanza (pp 352-356) (que por alguna razón decide colocarla en la calle Luis González Obregón cuando las puertas principales del ex convento, hoy Colegio Nacional, la del templo y hasta la misma foto que acompaña su entrada se encuentran sobre Donceles), comete el terrible error de parafrasear casi literalmente (sin citar, por supuesto) un discurso que pronunció José Emilio Pacheco, donde da datos equívocos de la fundación del Colegio. Entre otros elementos, notablemente repiten como apellido del padre de la fundadora "Azcor y Vitro", cuando el correcto es "Azlor y Virto de Vera". Sorprendentemente, antes de optar por el plagio, tampoco tomaron con cautela la propia advertencia que el mismo Pacheco hace en ese discurso de que él no es el más adecuado para hablar de la historia del templo. Patético plagio. Por lo demás, no aporta muchos datos más que la evolución de las diferentes ocupaciones que tuvo el convento tras las Leyes de Reforma y la exclaustración de monjas por todo el país en 1861, cuando creo que la riqueza está más del lado del convento que del edificio civil que resultó.
La fundadora: María Ignacia Azlor y Echeverz. Imagen tomada de la Relación histórica de la fundación del convento, editada en 1793. |
Sobre fuentes con la historia de este templo hay una que es extraordinaria: es la Relación histórica que las propias monjas escribieron a los pocos años de muerta su fundadora, María Ignacia Azlor y Echeverz y que obtuvo el permiso de imprenta en 1793. La redacción del texto es verdaderamente hermosa y su lectura empuja, a mi gusto, a ver el templo y el convento con otros ojos. Y no tanto por la vida de María Ignacia, que al final, es la de una rica heredera que decide tomar los hábitos y fundar un colegio, sino por la narrativa misma del texto que comienza así:
"Se admirará el piadoso lector (y con razon) al ver que unas mugeres sin letras hayan tenido ánimo de emprender una obra superior á su sexo; pero no le hará fuerza si reconoce que nos obliga á ello que en treinta y nueve años que lleva fundado nuestro Convento, no ha habido sugeto que se haga cargo de tomar este trabajo, para que en todo tiempo conste de dónde tuvo origen esta casa".
Sin embargo, un estudio muy especializado sobre este colegio es el que hizo Pilar Foz y Foz, una religiosa perteneciente a la misma congregación que María Ignacia y que dedicó gran parte de su vida a estudiar los archivos y documentos de la Compañía de María. Desgraciadamente no he conseguido tener acceso al documento y cuando lo haga podré complementar esta entrada.
En todo caso y, como siempre, tomando aquí los elementos y datos que me resultan más interesantes, baste decir que, a pesar de una mansión ubicada en la esquina de República de Chile y Belisario Domínguez y que sigue en pie, la Enseñanza terminó siendo la más digna embajada en la Ciudad de México de la gloria y riqueza del Marquesado de San Miguel Aguayo y Santa Olalla. Mientras que otros nobles novohispanos construyeron grandes mansiones y palacios célebres en la ciudad, el mejor recuerdo de los de Aguayo será el de este convento que a su vez fue un colegio para mujeres. Pero, ¿de dónde es marqués el que es Marqués de San Miguel Aguayo y Santa Olalla? De un pequeño municipio de Cantabria (antes Castilla La Vieja), España, que hoy no tiene más de 200 habitantes y que nunca alcanzó la riqueza que sí tuvieron las actividades de los marqueses en México. En en el norte del país y en el sur de Estados Unidos quedan restos de la presencia de estos marqueses por doquier. Incluso hay una pequeña misión en Texas con el nombre del título nobiliario y una fortaleza de Nuestra Señora del Pilar en la Louisiana fundada por el padre de nuestra protagonista y que en su momento fue la primera capital de Texas. Y es que a los marqueses correspondía una extensa cantidad de hectáreas de ranchos, haciendas, minas y comunidades en la que entonces era Nueva Vizcaya y hoy se corresponde a partes de Coahuila y Texas. La familia del marquesado dividía gran parte de su tiempo entre España, Nueva Vizcaya y la Ciudad de México.
Casa del Marqués de San Miguel de Aguayo en la Ciudad de México. Esta es una vista de su lado por la calle de Rep. de Chile. Foto: JILG, 2013 |
Así, la fortuna que fue capaz de financiar la Enseñanza discurrió por una interesante línea materna desde el XVI por el emprendedor vasco Francisco de Urdiñola quien llegó a México en 1571 y le fue encomendada la conquista de los territorios del norte, concediéndole un gigantesco (y deshabitado) latifundio ganadero y minero cerca de Saltillo. Sometiendo a mano de obra a una importante migración tlaxcalteca, Urdiñola se forjó en décadas una codiciada riqueza que le dejó algunas polémicas y problemas políticos. Y ahí comienza la historia.
Un breve, pero completo y estupendamente documentado relato del marquesado lo encontré en esta revista española a cargo de Manuel García Alonso, quien tiene más artículos al respecto. Una hija de Urdiñola, Isabel, se casó con un Luis Alceaga, heredando él la fortuna de Urdiñola y continuando su expansión y producción. Una hija de estos, María Alceaga, se caso con un Luis de Valdés, igualmente, heredando él la fortuna. Su hija Francisca de Valdés, bisnieta de Urdiñola, se casó por tercera ocasión en 1667 en un viaje a España con Agustín de Echeverz, de Pamplona. Tras ello, vinieron a México y Echeverz tuvo una brillante carrera política en el norte, siendo gobernador y capitán general de Nuevo León. Esto y sus riquezas heredadas por nupcias le permitieron comprar el título de Marqués. Al igual que en toda la línea de descendencia de Urdiñola, Agustín y Francisca tuvieron sólo hijas, por lo que el siguiente heredero fue su yerno: José de Azlor y Virto de Vera. Similarmente, en un viaje a España fue arreglado su matrimonio con Ignacia Javiera de Echeverz. Importantemente, este nombre delata ya una clara devoción a San Ignacio de Loyola y a la Compañía de Jesús. José de Azlor, ya como el segundo Marqués de Aguayo, por su matrimonio con Ignacia Javiera, también tuvo su momento de gloria en América: dirigió una campaña contra los franceses que se expandían por la Louisiana. Azlor llevó un ejército por Texas y fortaleció las fronteras españolas, valiéndole su nombramiento como gobernador de Nueva Vizcaya y el título de "conquistador" de Texas.
El matrimonio de Azlor y de Echeverz, nuevamente sólo tuvo hijas: María Josefa Micaela y María Ignacia, la segundona, como se decía en esa época. El título de marqués sería para quien se casara con María Josefa Micaela. Por su parte, María Ignacia nació en la hacienda de San Francisco de los Patos (hoy villa General Cepeda, cerca de Saltillo) en 1715. A sus 18 años quedó huérfana y se unió al más antiguo convento de concepcionistas de la Ciudad de México (el que se encuentra hoy su templo en Belisario Domínguez). Sin embargo, según narran las monjas en su relación de 1794, a los tres años dejó el convento para irse a España a cumplir un deseo de sus padres de ir a visitar a los parientes de allá, la promesa de visitar a la Virgen del Pilar en Zaragoza y, más importante, a seguir la instrucción de su madre de unirse a la Compañía de María y traer a México su Instituto de la Enseñanza. Las monjas bien señalan que a la Ciudad de México no le faltaban conventos ni reglas (había capuchinas, jerónimas, concepcionistas, clarisas, carmelitas y dominicas). Sin embargo, la Compañía de María, fundada en Francia en 1607 por Juana de Lestonnac, como una vertiente femenina de la Compañía de Jesús y su proyecto educativo, había adquirido fuerza en Europa y, aunque en México no faltaba la educación femenina, ciertamente podía mejorarse significativamente.
María Ignacia, antes de partir a España en 1736, dejó un documento donde dejó establecido que a su regreso fundaría la Compañía de María en México. Éste testamento, supuestamente, es resguardado por las religiosas en México y tomado como una reliquia. En España permaneció 18 años. Los primeros fueron visitando a su familia y, donde según narran las religiosas, tuvo diferentes pretendientes y ofertas matrimoniales. Sin embargo, tras unos años fue que partió a Tudela, Navarra, como novicia de la Compañía de María. Tras profesar en 1745 comenzó las gestiones, desde España, para conseguir el permiso de fundar un convento. Dicen las religiosas de ese día:
"... no es fácil significarlo: viendo aquella gran muger á quien lisonjeaba la fortuna con tan crecidios caudales, honras, apluasos y doraciones mundanas, olvidar de una vez nobleza, caudal, obsequios, rendimientos, aclamaciones, y todo lo que el siglo aprecia, para encerrarse en un claustro, conocían ser obra del poder de la divina gracia".
Los recursos de María Ignacia tendrían que provenir no sólo de la dote misma que le habrían dejado sus padres, sino que la idea de fundar un colegio en la Ciudad de México era ya un proyecto familiar ideado por su madre, pero respaldado por su hermana, la tercera marquesa de Aguayo. Como se ha visto posteriormente, los sobrinos de Maria Ignacia, a su muerte, se encargaron también de mantener abierto el flujo de recursos al convento. Fue hasta el 25 de abril de 1752 que María Ignacia consiguió la Real Cédula que la autoriza a fundar el Instituto de la Enseñanza y establecer la Compañía de María en la Nueva España. Inmediatamente, con todas las rigidices y demoras de la época, partió para México con una comitiva de monjas para realizar la fundación. A su llegada a Veracruz supo que el Arzobispo de México desconfiaba que María Ignacia tuviera los recursos suficientes para fundar el Instituto y, además, que sus antiguas compañeras del Convento de la Concepción le negaban el asilo que inicialmente le habían ofrecido. Para colmo, supo que diferentes maestras de mujeres, llamadas "maestras de migas", habían escrito al Virrey y al Arzobispo pidiendo que no autorizara la fundación de la Enseñanza, pues acabaría con su trabajo. Con estas dificultades, cuentan las monjas que, en su breve estancia por Puebla el obispo intentó convencerla de fundar ahí el Instituto de la Enseñanza. Empeñada en mantener su plan original, en su despedida del obispo, éste le dijo: "adiós querida, primero será la fundación de Puebla que la de México".
Un breve, pero completo y estupendamente documentado relato del marquesado lo encontré en esta revista española a cargo de Manuel García Alonso, quien tiene más artículos al respecto. Una hija de Urdiñola, Isabel, se casó con un Luis Alceaga, heredando él la fortuna de Urdiñola y continuando su expansión y producción. Una hija de estos, María Alceaga, se caso con un Luis de Valdés, igualmente, heredando él la fortuna. Su hija Francisca de Valdés, bisnieta de Urdiñola, se casó por tercera ocasión en 1667 en un viaje a España con Agustín de Echeverz, de Pamplona. Tras ello, vinieron a México y Echeverz tuvo una brillante carrera política en el norte, siendo gobernador y capitán general de Nuevo León. Esto y sus riquezas heredadas por nupcias le permitieron comprar el título de Marqués. Al igual que en toda la línea de descendencia de Urdiñola, Agustín y Francisca tuvieron sólo hijas, por lo que el siguiente heredero fue su yerno: José de Azlor y Virto de Vera. Similarmente, en un viaje a España fue arreglado su matrimonio con Ignacia Javiera de Echeverz. Importantemente, este nombre delata ya una clara devoción a San Ignacio de Loyola y a la Compañía de Jesús. José de Azlor, ya como el segundo Marqués de Aguayo, por su matrimonio con Ignacia Javiera, también tuvo su momento de gloria en América: dirigió una campaña contra los franceses que se expandían por la Louisiana. Azlor llevó un ejército por Texas y fortaleció las fronteras españolas, valiéndole su nombramiento como gobernador de Nueva Vizcaya y el título de "conquistador" de Texas.
El matrimonio de Azlor y de Echeverz, nuevamente sólo tuvo hijas: María Josefa Micaela y María Ignacia, la segundona, como se decía en esa época. El título de marqués sería para quien se casara con María Josefa Micaela. Por su parte, María Ignacia nació en la hacienda de San Francisco de los Patos (hoy villa General Cepeda, cerca de Saltillo) en 1715. A sus 18 años quedó huérfana y se unió al más antiguo convento de concepcionistas de la Ciudad de México (el que se encuentra hoy su templo en Belisario Domínguez). Sin embargo, según narran las monjas en su relación de 1794, a los tres años dejó el convento para irse a España a cumplir un deseo de sus padres de ir a visitar a los parientes de allá, la promesa de visitar a la Virgen del Pilar en Zaragoza y, más importante, a seguir la instrucción de su madre de unirse a la Compañía de María y traer a México su Instituto de la Enseñanza. Las monjas bien señalan que a la Ciudad de México no le faltaban conventos ni reglas (había capuchinas, jerónimas, concepcionistas, clarisas, carmelitas y dominicas). Sin embargo, la Compañía de María, fundada en Francia en 1607 por Juana de Lestonnac, como una vertiente femenina de la Compañía de Jesús y su proyecto educativo, había adquirido fuerza en Europa y, aunque en México no faltaba la educación femenina, ciertamente podía mejorarse significativamente.
María Ignacia, antes de partir a España en 1736, dejó un documento donde dejó establecido que a su regreso fundaría la Compañía de María en México. Éste testamento, supuestamente, es resguardado por las religiosas en México y tomado como una reliquia. En España permaneció 18 años. Los primeros fueron visitando a su familia y, donde según narran las religiosas, tuvo diferentes pretendientes y ofertas matrimoniales. Sin embargo, tras unos años fue que partió a Tudela, Navarra, como novicia de la Compañía de María. Tras profesar en 1745 comenzó las gestiones, desde España, para conseguir el permiso de fundar un convento. Dicen las religiosas de ese día:
"... no es fácil significarlo: viendo aquella gran muger á quien lisonjeaba la fortuna con tan crecidios caudales, honras, apluasos y doraciones mundanas, olvidar de una vez nobleza, caudal, obsequios, rendimientos, aclamaciones, y todo lo que el siglo aprecia, para encerrarse en un claustro, conocían ser obra del poder de la divina gracia".
Los recursos de María Ignacia tendrían que provenir no sólo de la dote misma que le habrían dejado sus padres, sino que la idea de fundar un colegio en la Ciudad de México era ya un proyecto familiar ideado por su madre, pero respaldado por su hermana, la tercera marquesa de Aguayo. Como se ha visto posteriormente, los sobrinos de Maria Ignacia, a su muerte, se encargaron también de mantener abierto el flujo de recursos al convento. Fue hasta el 25 de abril de 1752 que María Ignacia consiguió la Real Cédula que la autoriza a fundar el Instituto de la Enseñanza y establecer la Compañía de María en la Nueva España. Inmediatamente, con todas las rigidices y demoras de la época, partió para México con una comitiva de monjas para realizar la fundación. A su llegada a Veracruz supo que el Arzobispo de México desconfiaba que María Ignacia tuviera los recursos suficientes para fundar el Instituto y, además, que sus antiguas compañeras del Convento de la Concepción le negaban el asilo que inicialmente le habían ofrecido. Para colmo, supo que diferentes maestras de mujeres, llamadas "maestras de migas", habían escrito al Virrey y al Arzobispo pidiendo que no autorizara la fundación de la Enseñanza, pues acabaría con su trabajo. Con estas dificultades, cuentan las monjas que, en su breve estancia por Puebla el obispo intentó convencerla de fundar ahí el Instituto de la Enseñanza. Empeñada en mantener su plan original, en su despedida del obispo, éste le dijo: "adiós querida, primero será la fundación de Puebla que la de México".
Lo cierto es que no le tomó mucho tiempo a María Ignacia demostrarle al Arzobispo que sí tenía dinero. Las monjas dicen que le mostró sus arcas y le aseguro que "de todo su caudal había hecho heredera a Nuestra Señora del Pilar", es decir, "llegaron a un arreglo". Mientras conseguían un predio para la fundación y lo dejaban minimamente adecuado para habitarlo, las monjas de la Compañía de María fueron asiladas en el convento de Regina por poco más de un año. En diciembre de 1754, finalmente, se da por fundado el convento de Nuestra Señora del Pilar y se trabajaría en construirlo por casi cuatro décadas.
La Enseñanza tuvo, al parecer, un extraordinario éxito entre las acaudaladas familias novohispanas de la Ciudad de México y sus alrededores ofreciendo a las mujeres una educación que no las guiara exclusivamente a la vida conventual. María Ignacia vivió hasta 1767, sin poder llegar a ver la edificación terminada. Patrocinada por los marqueses de Aguayo y, luego de la Independencia de México, por otros patrocinios, la Compañía de María mantuvo actividades en este lugar hasta 1861 que, como casi todos los hombres y mujeres de la vida monástica del país fueron exclaustrados por las Leyes de Reforma de Benito Juárez. El templo de la Virgen del Pilar fue respetado, pero el resto del convento y colegio fue objeto de diferentes lotificaciones y usos, incluyendo oficinas gubernamentales, colegios y hasta brevemente como prisión. Fue hasta 1943 que se le destinó a una mitad como oficinas de la SEP y a la otra al recién fundado Colegio Nacional, a cargo de Alfonso Reyes. Desde entonces, el conjunto se ha mantenido así.
III. El Colegio, el convento y el templo: desafiando la tradición
Condes de San Mateo Valparaíso (hoy un Banamex) y el Palacio de los Condes de Santiago Calimaya (hoy Museo de la Ciudad de México).
Esta disposición de los terrenos dio lugar a una de las particularidades de la Enseñanza: es el único templo de monjas en todo el Centro de la Ciudad de México (salvo el de San Bernardo aunque su apariencia actual, en realidad, es una importante modificación) que no cuenta con una doble portada lateral y que la nave corre paralela a la calle. Y es que Guerrero, brillantemente, decidió clausurar la callejuela que había entre los dos predios para edificar ahí el templo, mientras que el convento quedaría de un lado y el colegio del otro, uniéndose por detrás del templo. De esta forma, no había espacio para que el templo corriera paralelo y, en consecuencia, para que tuviera dos portadas. Esta idea generó otro reto al interior del templo, donde existe otra innovación y diferencia con los templos de monjas novohispanos, pero eso lo señalaré con su foto correspondiente. María Ignacia traía a México un nuevo estilo de educación femenina y una congregación más a las típicas novohispanas. La construcción simbólica del templo habla, además, de un desafío.
En algún momento de la segunda mitad del XVIII, el arquitecto Ignacio Castera sustituyó a Francisco Guerrero. No hay mucha claridad sobre quién se encargó exactamente de qué. Sin embargo, los estilos arquitectónicos y quienes han estudiado fuentes, aseguran que a Guerrero le debemos la planta del conjunto y el templo, mientras que a Castera el convento y el colegio. Es decir, nada de lo que hoy se conserva de forma original.
Cuando fue fundado el Colegio Nacional, se le encargó al arquitecto Teodoro González de León realizar una restauración del colegio, pues se encontraba prácticamente inutilizable. Supuestamente González de León siguió planos descritos al poco tiempo de la exclaustración para conseguir dar nuevamente el aspecto que tenía. Básicamente, González de León reunificó el predio que era utilizado como colegio, dotándolo de tres patios comunicados que originalmente contaba el edificio. La decoración, sin embargo, resultó por demás ecléctica, por lo que el aspecto del Colegio Nacional no es el de un viejo edificio dieciochesco al estilo de Guerrero, pero tampoco neoclásico al de Castera. En todo caso, González de León volvió reutilizable un predio que ya no lo era y ciertamente lo hizo agradable y fresco. La Enseñanza es una buena sede del Colegio Nacional. Pero ahora sí, vayamos a lo realmente bueno.
IV. El templo: saqueos, reemplazos y curiosidades
Esta disposición de los terrenos dio lugar a una de las particularidades de la Enseñanza: es el único templo de monjas en todo el Centro de la Ciudad de México (salvo el de San Bernardo aunque su apariencia actual, en realidad, es una importante modificación) que no cuenta con una doble portada lateral y que la nave corre paralela a la calle. Y es que Guerrero, brillantemente, decidió clausurar la callejuela que había entre los dos predios para edificar ahí el templo, mientras que el convento quedaría de un lado y el colegio del otro, uniéndose por detrás del templo. De esta forma, no había espacio para que el templo corriera paralelo y, en consecuencia, para que tuviera dos portadas. Esta idea generó otro reto al interior del templo, donde existe otra innovación y diferencia con los templos de monjas novohispanos, pero eso lo señalaré con su foto correspondiente. María Ignacia traía a México un nuevo estilo de educación femenina y una congregación más a las típicas novohispanas. La construcción simbólica del templo habla, además, de un desafío.
Primer patio (desde Donceles) del Colegio Nacional. Foto: JILG, 2013 |
Cuando fue fundado el Colegio Nacional, se le encargó al arquitecto Teodoro González de León realizar una restauración del colegio, pues se encontraba prácticamente inutilizable. Supuestamente González de León siguió planos descritos al poco tiempo de la exclaustración para conseguir dar nuevamente el aspecto que tenía. Básicamente, González de León reunificó el predio que era utilizado como colegio, dotándolo de tres patios comunicados que originalmente contaba el edificio. La decoración, sin embargo, resultó por demás ecléctica, por lo que el aspecto del Colegio Nacional no es el de un viejo edificio dieciochesco al estilo de Guerrero, pero tampoco neoclásico al de Castera. En todo caso, González de León volvió reutilizable un predio que ya no lo era y ciertamente lo hizo agradable y fresco. La Enseñanza es una buena sede del Colegio Nacional. Pero ahora sí, vayamos a lo realmente bueno.
IV. El templo: saqueos, reemplazos y curiosidades
Retablo mayor, lienzos y coros enrejados. |
San Ignacio, encabezando el retablo mayor. Foto: JILG, 2013 |
San Francisco Xavier repetido, uno arriba de otro, en el retablo mayor. Foto: JILG, 2013 |
El resto del templo cuenta con otros ocho retablos para los cuales prefiero hacer un recorrido de fotos con amplios pies que continuar con el cuerpo de este texto, así que ahí van, en orden desde la entrada del templo haciendo un circuito de izquierda hacia derecha, omitiendo, por supuesto el retablo mayor.
Las pinturas de los retablos de la Pasión están firmadas por Sebastián Salcedo con fecha de 1779 (izquierda), quien no cuenta con muchas otras pinturas de las que se tengan conocimiento. Sin embargo, tiene una sobre sobre la Virgen de Guadalupe (derecha) que se resguarda en el Museo de Arte de Denver, Colorado. Esta pintura tiene tal éxito local que el museo ha realizado períodos de entrada gratuita sólo para celebrarla. |
Finalmente, también cabe señalar que las rejas del coro alto son presuntamente originales y, más aún, el arco que cierra este coro tiene un trabajo labrado en cantera que también es extraordinario y que, por los florones da la impresión de que ya hay influencias neoclásicas en la Enseñanza. He encontrado que este arco que da la apariencia de tres es una suerte de firma del arquitecto Francisco Guerrero y Torres.
Coro alto y entrada. Foto: JILG, 2013 |
La Enseñanza es, a mi gusto y por mucho, uno de los mejores sitios que hay no sólo en el Centro Histórico de la Ciudad de México, sino en toda la Ciudad. Llama la atención que a diferencia de otros templos como Loreto, Santa Catarina o la Santísima Trinidad, luce perfectamente prolijo. En esos otros templos, el paso de los siglos es evidente. Y en la Enseñanza también, pero esa buena limpieza, pintura y mantenimiento de los retablos, acompañado de su barroquismo, hace más complicado hallar esos descuidos e inevitables pérdidas que sólo el tiempo es responsable de erosionar.